La amistad. Afecto personal, puro y desinteresado, compartido con otras personas que no pertenecen a nuestro núcleo familiar, que nace y se fortalece con el trato y los años. La lealtad es sincera, franca y espontánea, honrada y noble. Los seres que disfrutan de ella desarrollan un vínculo inalterable que se convierte en un férreo lazo de unión entre ellos. Tener amigos es un regalo del cielo, hermoso como el elegante volar de una mariposa multicolor un día primaveral y similar al lazo de sangre de un pariente cercano y querido. Hay amistades que están siempre presentes en los momentos difíciles y nos acompañan en nuestras tristezas y alegrías sin pedir nada a cambio: esa es la verdadera confraternidad, por muy estranguladas situaciones que nos depare la vida.
Mi amistad. Selecciono a quien dono mi aprecio con ahínco porque no todas las almas coexistimos amigablemente en la sociedad. Quienes conocen mi corazón saben que mi compañerismo es profundo y sincero, pero también son sabedores de que por mi profesión domino el lenguaje gestual y temporal a la perfección. Son conscientes de que leo en los silencios como en un libro abierto: tal como si de una gran enciclopedia llena de términos y definiciones inacabables se tratase.
Algunas amistades. ..Y cuanto dicen los gestos, los tiempos de no respuestas o el simple mutismo de zorrería pusilánime de ciertas personas sin carácter que actúan con exceso de obscurantismo, celadas y engañifas. Evidentemente, estos seres desconocen el significado de la lealtad: no tienen amigos, sino gran cantidad de camaradas a los que atraen con tretas festivas y que se aprovechan de ellos con excesivas sonrisas y sacándoles la sangre sin que se den cuenta. Yo no quiero a mi alrededor a ningún Caín, sino a personas cuya conducta impagable me ayuda a superar los momentos más difíciles de mi existir sin requerir permuta emocional alguna.