Los que lucharon durante años por la transición, y posteriormente han tenido la oportunidad de gobernar, en el transcurso de aquella primera legislatura de la recién estrenada democracia, dieron ejemplo de no ser unos políticos corruptos, sino que fueron y son ejemplos de dignidad, aptitud, grandeza y buen gobierno.
Quien abrió su discurso en aquel ya hoy lejano 29 de junio de 1976, recitando los versos de Machado:
“Está el hoy abierto al mañana,
mañana al infinito.
Hombres de España:
ni el pasado ha muerto,
ni está el mañana ni el ayer escrito.”
fue sin lugar a dudas, el mejor y más grande ejemplo de honradez política; Adolfo Suárez, Presidente del Gobierno de España; de aquel primer Gobierno pasada la dictadura del régimen de Franco, porque en Adolfo Suárez, la dignidad, la honradez, la justicia, la equidad, el buen hacer y la visión de futuro, fueron siempre cogidos de la mano, sin amiguismos, ni “cuñadísimos”, ni tesoreros sinvergüenzas, ni cuentas en
Suiza.
Hacer ver y entender a las nuevas generaciones que lo anterior existió y se practicó en España tras la transición, a la vista del panorama desolador que nos ofrece por doquier, un número demasiado abultado de miembros de la actual clase política, carente de cualidades y virtudes, para ser un buen gobernante, pedagógicamente hablando viene a ser amén de una ardua tarea titánica, algo así como pedirle peras al olmo, dado el
raquitismo, cuando no enanismo que campa hoy, aquí y ahora por doquier, en los dos principales partidos políticos de España, y en algunos de los no mayoritarios también; aún cuando un tanto farisaicamente, algunos proclamen rasgarse las vestiduras, al oír o leer manifestaciones como las que acabo de hacer. Me da igual, porque somos ya millones los españoles que estamos convencidos de lo que he manifestado. Así que si se molestan, con su pan se lo coman.
En la España de hoy, nuestros políticos se disculpan ante el pueblo por la actual situación, echándose la culpa unos a otros, o invocando herencias recibidas; cuando lo único cierto viene a ser aquello de; “entre todos la mataron y ella sola se murió”.
Estoy seguro que quizás ante el panorama actual, y de serle posible contemplarlo y presenciarlo, ese hombre que encarnó y fue la dignidad hecha persona, Adolfo Suárez; tal vez abriera su discurso en el día de hoy, con otras palabras de los siguientes versos de Machado:
“Ya hay un español que quiere
vivir y a vivir empieza,
entre una España que muere
y otra España que bosteza.
Españolito que vienes
al mundo te guarde Dios,
una de las dos Españas
ha de helarte el corazón”.
Españoles a quienes se les ha arrebatado, parte o todo de aquello que construyeron políticos como Adolfo Suárez, son los que alzan su voz por ser víctimas de mercaderes sin dignidad ni escrúpulos; españoles desahuciados de sus hogares, parados de larga duración sin el menor aliciente ni perspectivas de un futuro mejor y más digno. Y todo
esto se está padeciendo ante el lujo, la ostentación, el despilfarro y la corrupción de castas de intocables que, por lo general se burlan de una justicia que para ellos, parce haber quedado especialmente tetraplegica, cuando no paralítica total; bien por prescripción del delito, o bien por un gracioso indulto.
Con esa especie de panorama o telón de fondo existente en esta nuestra caótica España actual, donde todo está en crisis y no sólo la economía, la figura del Presidente Adolfo Suárez, se agiganta como la del gran estadista que ha dejado una huella indeleble en la Historia de España, y como ejemplo de gobernante que supo abrir nuevos horizontes de esperanza, plenos de paz, progreso y justicia social.
Descansa en paz Presidente Adolfo Suárez, porque usted ha sido el más grande ejemplo de esa Historia reciente de España; ejemplo que es preciso seguir con urgencia, hoy, aquí y ahora, a todos los niveles de Estado y de Gobierno, aun cuando sea preciso otra nueva transición para poder lograrlo.
Eduardo A. Domínguez Vilar
Obispo