Persiguiendo una estrella
Si tengo que elegir entre el individualismo de papá Noel o el trabajo en equipo de Melchor, Gaspar y Baltasar, me decanto por los tres magos de Oriente. Lo del señor vestido de rojo, con barba blanca que conduce un trineo guiado por varios renos voladores no me acaba de convencer. No es que me moleste la ingenuidad de la historia, pero tal y como están las cosas en el mundo, prefiero tener referentes más realistas y menos excéntricos. Además, los datos confirman que el Sr. Noel trabaja rápido y mal, por lo tanto su éxito sólo es entendible por la sobredosis de publicidad de diseño y la participación en marcas importantes que elevan su fama de forma artificial.
La odisea ancestral de los tres reyes magos, me cautiva porque es más creíble y humana para los pequeños de la casa, y a la vista de las numerosas investigaciones y estudios que hay a su alrededor, nadie puede asegurar que no existieran; utilizan camellos para desplazarse desde Oriente a través del desierto, y llegan a nuestros pueblos y ciudades con las patas sobre la tierra. Es un punto a favor de sus majestades, la elección de medios de transporte y de carga terrestres, ya que el tráfico aéreo está echo unos zorros y cualquiera se arriesga a dejar las ilusiones de nuestros hijos o las nuestras propias en manos de personas cuyo nivel de estrés varía en función del número de ceros que resulte a final de mes en su nómina.
Los reyes magos no son tan mediáticos como Noel; nunca fueron de estrellas ni aparecen en vallas publicitarias bebiendo cola; tienen otra forma de trabajar, en equipo y con ilusión a pesar de que el camino desde Oriente es muy largo y tortuoso en ocasiones. No hay un rey más importante que otro; se les quiere a los tres por igual y los tres son protagonistas de la noche más mágica del año. Un protagonismo que comparten con las mamás y papás, requiriendo su colaboración para que nada falle en la madrugada del 6 de enero. Hace ya tiempo dejé de escribirles, pero este año, por diferentes circunstancias, he decidido volver a hacerlo, esperando que mis deseos, como los de los niños, se hagan realidad.
Queridos Reyes Magos:
ya no soy una niña buena, soy una mujer con los pies en la tierra y por eso no voy a pediros nada que requiera un esfuerzo sobrehumano; mi único deseo es que la responsabilidad, la coherencia y el trabajo en equipo sean la estrella a seguir para todas aquellas personas que tienen responsabilidades políticas, sociales y laborales, para que la ilusión que salió por la puerta de muchos hogares y familias, pueda regresar lo antes posible.
PD: ya sé que es políticamente incorrecto pedir carbón para otros, pero hay unos entes llamados “mercados” que nadie conoce y que están haciendo mucho daño al mundo. Tal vez con vuestra magia podáis localizarlos y envierles unas cuantas toneladas del negro mineral.
Beatriz Vázquez Monroy