No aprendemos a ponernos en el lugar del otro. Si hace un año hubo, en pleno confinamiento domiciliario y estado de alarma, que recordar e insistir en que los camioneros necesitaban lugares en los que poder comer, ducharse o ir al aseo durante sus largas jornadas de trabajo para que nada nos faltase, ahora toca hacer lo mismo.
Los que recomiendan o imponen medidas para luchar contra la pandemia parecen no tener mucho contacto con la realidad. Hay miles de personas que a diario se tienen que buscar la vida para comer durante su jornada laboral. Me refiero a los trabajadores de empresas de mensajería o de la construcción, comerciales, técnicos de mantenimiento, distribuidores, etc. Me he encontrado a algunos comiendo en el coche mirando al mar, a otros en áreas recreativas. Hay quién se trae el bocadillo de casa y hay quien coge menú para llevar en los locales hosteleros que lo sirven y lo come donde puede. Y eso en pleno invierno.
La solución es fácil. Habilítese algún establecimiento en cada pueblo que pueda servir la comida a todas esas personas trabajadoras que viajan a diario y que no pueden volver a casa a comer porque están a muchos quilómetros de distancia. Es algo sencillo y que no supone costes económicos a las administraciones.
Hay muchas cosas en las que pensar con esta pandemia, hay muchas cosas que gestionar, pero llevamos un año para ir aprendiendo poco a poco a no dejar a nadie tirado en las carreteras o en los bancos de los parques.
Carmen Cruzado (Periodista)