Entré, allá por febrero del 2008, en el mercado laboral, de una manera consolidada. Con mis estudios superiores recién salidos del horno, me incorporé a mi primer trabajo. No voy a hablar de los pasos del principiante, comunes, supongo, a cualquier mortal; sí de cómo llevo, grabado a fuego en la memoria, el recuerdo de tu cercanía, tu calidez, tu preocupación constante por mi bienestar. Con los años comprobé cómo desarrollabas ese patrón de conducta con cada nuevo “tripulante”, con todas y cada una de las personas que llegaban a la plantilla de Academia A Mariña. Porque tú eres así, Ramón. GRANDE, con mayúsculas. Grande como persona y, por supuesto, como director, por abrirnos paso para que la consecución de los retos, de las metas, resultase más llevadera; por alentarnos y motivarnos cuando un proyecto se resistía; por, con tu apoyo, comprensión y palabras, saber sacar lo mejor de todo el equipo y por reconocernos y celebrar con nosotros cada avance en ese camino. ¡Cuánto te debemos! Y yo, Ramón, a nivel individual: me enseñaste a crecer profesionalmente, día a día. Me mostraste la importancia de la empatía y la escucha activa, que tú tanto, y de manera tan excelente, sabes aplicar. Me inculcaste nociones de compromiso, saber hacer y trato a las personas. Ramón, gracias, mil y una veces, por ser mi “maestro”… de vida.
Con todo el cariño y el respeto, merecido, que sabes que te tengo.
Mónica Morado Piñeiro (trabajadora durante 11 años en Academia A Mariña)