Ágiles como sombras de luna llena montando las copas de los árboles se vislumbra una nueva casta social que está siendo muy cuestionada. Tienen como maestros en el arte del robo a personajes de renombre y sin escrúpulo, les vale tanto en porcentaje, en tarjetas negras y otras medidas y pesas. Estos pillos sinvergüenzas son gente de guante blanco que toman medidas de ajuste, (a lo andaluz), para equilibrar, dicen, lo que no cobran los muy… cabrones en mano y que deberían haber cobrado por su valía en concepto de servicios al erario público, (mientras quedara algo por escarbar). Es una nueva clase social que aflora con la crisis, maldita catarsis que hace que aflore el color negro de los sepulcros blanqueados, y que durante los años de bonanza, cuando el dinero corría, nadie se atrevía a sospechar que detrás de algún cargo se cargaban la caja de las pensiones, la de todas las menudencias que bien ganadas las tenían según su “justificación”.
Deseosos los humanos de aprender de los vivales, nos traern allá del frío gente muy bien preparada, con artes y mañas y aires de violencia y mal encarados, rompehuesos y lo que haga falta para que te quedes pasmado de lo que hacen, saben hacer o te hacen. A Mariña nos la tienen saqueada, saqueadita la tienen. En sus jornadas de trabajo ponen a andar el GPS para no fallar en la escapá y cuando no se han ido por la derecha por la izquierda se van. Sí, señores, saqueadita la dejan a esta Mariña nuestra. Saquean con los ojos cerrados, chulos los tíos y presumidos también. Y no fallan, ni un ápice. Y salen a la calle abriendo puertas y ventanas para hacerse con lo ajeno que es lo que hace medrar los bolsillos, poderoso caballero, no son hombres de hambre que roban para comer, son gente de vicios, de intereses, de apuestas, que hay que saludar aparte.
Duro, sí señores, el gobierno con recortes y estos chorizos, aplicándose sus ajustes, tirando por nosotros a la baja, por el suelo, para ser su solvencia con nuestros ahorros preferentes y nos saqueen todo, que todo es de ellos.
Y nos saquean las iglesias de A Mariña, trapichean con cuadros antiguos empleando el trueque como moneda, tú me das un San Benito y te quedas con la Inmaculada y negocian con las ánimas para que no les quiten los “petos”, es nostalgia, dicen los tíos, de verlos tantos años sin que prendiera ni una triste moneda.
Esta nueva clase, esta clase nueva, no, no está formada por gente de hambre que robe para matar el hambre. Lo suyo es la calderilla, lo suyo es el vil metal, la moneda, lo que da valor a los bolsillos, poderoso caballero…
No es el hambre, no, lo que mueve a esta gente a robar. Son gente de trueque, no de estómago vacío. Díganme, sino, los que roban para destrozar y ensañarse a golpes con lo que ya no quieren llevarse, como si le dieran venadas. ¿Creéis que los pobres de hambre seleccionan en los contenedores el mendrugo grande dejando el pequeño si solo buscan saciar su hambre, acallar las tripas de sus hijos?.
Señores, nos invaden los cacos. Esta ola de robos se está instalando en nuestra comarca con virulencia y maestría. Gente muy preparada está siendo echada de las grandes ciudades y se refugian en lugares tranquilos. Tendrán un vacío legal mientras mantengan su modus operandi, rápidos, preparados, adiestrados, instruidos para llevar al mercado negro las gangas de la clase alta, que si esta sortija, que si aquel collar, y su peso en gramos y los gramos en oro.
Los pobres de hambre son otra cosa. ¡Qué bien los describía Galdós!. Cada rico tenía sus pobres, era un lujo y cada pobre se sentía mimado por su protector o protectora, el pobre era algo personal, propio, símbolo de riqueza, de bienestar. Dar en público aliviaba las malas lenguas. Hoy, estos pobres, siguen teniendo sus puestos en las calles, plazas e iglesias, y para identificarse, en un cartón, a grandes rasgos, tienen su biografía, su curriculum vitae, escrito con faltas de ortografía para que la pobreza sea aún mayor y ellos más necesitados. D. Benito Pérez Galdós denunciaba la soberbia de la burguesía, religiosidad hipócrita la suya, cuando la grandeza habría que buscarla en la humildad de los pobres. ¡Quién no les daría un mundo envuelto en un mendrugo de pan!.
Los otros, no. Con los “cacos” llegó el escándalo, el robo organizado y una alarma social que debemos destapar y denunciar. ¿Esos?. Los de arriba?. Estos el dinero lo tienen en el nido de los cucos.
Ramón Hermida Pumares