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Unas reflexiones en los comienzos del año nuevo 2014. El paso de nuestro tiempo

Eduardo A. Domínguez Vilar.- Se acabó el año 2013. Bonita y socorrida fecha para escribir y para poder leer algo sobre la mecánica del tiempo, en este nuevo año de 2014 que recién ha comenzado, el que sin duda vamos a recordar ya como el año en que continuamos viviendo instalados en esta gran crisis económica, por más que los políticos de turno, se esfuercen en decirnos y en hacernos creer todo lo contrario, manifestando públicamente y afirmando, con una optimista euforia, un tanto demagógica, haciendo gala de argumentos que, ante la que está cayendo, no pueden convencer, presumo, ni al más lerdo y menos avispado, espécimen humano, hasta el punto que puede uno muy bien calificar, sin el menor temor a equivocarse, que tales firmaciones, presumo que son todo un insulto a la inteligencia de la ciudadanía, o a la vez también, igualmente presumo, podrían ser una cruel y burlona tomadura de pelo, a la que de no ponerse coto a tiempo, hoy, ya aquí y ahora, podría en un futuro no lejano, provocar una gran ruptura social, con todas y cada una de las consecuencias que ello implicaría.

Pero de todo lo anterior, esas sus sesudas señorías de la clase política que mejor que gobernarnos, podríamos decir, visto lo visto, que nos desgobiernan –al menos un sector de dicha clase política-, para colmo se está haciendo como suele decirse “el longuis” de todo lo anterior, en tanto en cuanto, siguen disfrutando de un flamante menú de nueve euros en el Congreso, bebidas alcohólicas a precio de supersaldo, etc., así como trescientos euros para gastos de taxi, y con una pensión máxima asegurada, con sólo haber desempeñado –por decir algo-, sus tareas políticas; eso sí, con pobres herramientas, igualmente pagadas por el pueblo, como son las tabletas Aipad o similares, los viajes en avión, ave, etc., no precisamente en clase turista, etc. ¿Y para que seguir con este asunto? Si lo hago, algún lector podría indignarse con razón, hasta el punto de correr el peligro de atragantársele el roscón de reyes; de ahí que dejemos ya esta reflexión, sobre la referida clase política que tan inepta y nefastamente nos está gobernando a nivel estatal y nacional, para pasar a otra reflexión; la del paso de los años en nuestras vidas, es decir, el paso y transcurrir del tiempo.

En puro concepto filosófico, tiempo es el mismo devenir de la Historia, como sucesión continuada de momentos; el existir del mundo subordinado a un principio y a un fin, en contraposición a la idea de eternidad que las escrituras y textos sagrados de las principales religiones monoteístas le adjudica. Aristóteles concebía el tiempo como medida que se aplica al movimiento de los seres, como realidad espacial en la que el pasado queda atrás y el futuro aparece delante del aminante que pone sus pies en el presente.

El filósofo de Estagira concebía el tiempo como “una especie de círculo”; de aquí la idea de rueda que vemos en el gaucho Martín Fierro, allá en la Pampa Argentina, o de noria en el lenguaje popular sometido al “número continuo del movimiento sucesivo.” Por ello cuando el Moreno, rasgueando la guitarra, pregunta a Martín Fierro cuándo formó Dios el tiempo y por qué lo dividió, el gaucho pampero le responde:

“Moreno, voy a decir,
Según mi saber alcanza:
El tiempo sólo es tardanza
De lo que está por venir;
No tuvo nunca principio
Ni jamás acabará
Porque el tiempo es una rueda,
Y rueda es eternidad;
Y si el hombre lo divide
Sólo lo hace, en mi sentir,
Por saber lo que ha vivido
O le resta por vivir.”

Curiosa la pregunta de Moreno. Inteligente la respuesta del gaucho Martín Fierro.
Pero esta concepción del tiempo, prevalente a lo largo de casi dos mil quinientos años, no ha satisfecho del todo, total y plenamente a los seres humanos. Por ello, los planteamientos filosóficos existentes a propósito del tiempo, han dado lugar a numerosas controversias. ¿Cuál es la naturaleza del tiempo?… ¿Tiene el tiempo realidad objetiva?… Descartes, racionalizaba el concepto de tiempo definiéndolo como, “duración misma de los acontecimientos…modo inseparable de las cosas…”

Igual que es vida imperfecta a lo largo de la existencia en el tiempo, la que el Macbeth de Shakespeare lamenta en el quinto acto del drama: “El mañana y el mañana y el mañana avanzan en pequeños pasos, de día en día, hasta la última sílaba del tiempo recordable; y todos nuestros ayeres han alumbrado a los locos el camino hacia el polvo de la muerte. ¡Extínguete, extínguete, fugaz antorcha…! ¡La vida no es más que una sombra que pasa, un pobre cómico que se pavonea y agita una hora sobre la escena, y después no se le oye más; un cuento narrado por un idiota con gran aparato, y que nada significa…!

Todo lo anterior, es tiempo imperfecto. Vida imperfecta. Desazón, pesadumbre, congoja, angustia, fastidio, soserías, insustancialidad y un tremendo vació sin esperanzas. Es ese día vulgar y miserable que Carlyle definía como la confluencia de dos eternidades. Y el italiano Foscolo, en su importante obra, “Los sepulcros”, manifiesta con estas palabras: “El hombre, y sus postreros rostros, y las reliquias de la tierra y del cielo, todo lo desfigura el tiempo.” Realmente tétrico, fatalista, horrible.

Pero debemos de saber, hoy, aquí y ahora, de que el tiempo tiene otra cara más bella, otra sonrisa más esperanzadora, otro ángulo de proyección bien distinta y trascendente. Objetando las teorías de Aristóteles, los ingleses Samuel Clarke e Isaac Newton, afirmaron en su día que, el tiempo es un atributo de Dios; es la duración infinita de Dios. El alemán Goethe fue más preciso en su obra, “Fausto”: “Lo que llamáis espíritu de los tiempos es, fundamentalmente, el Espíritu del Señor que se refleja en el tiempo.” En su obra, “La Donna de Nadir”, el italiano Bontempelli sigue la idea de Goethe: “El tiempo – dice- es la esencia más misteriosa que podemos sentir, y tal vez la imagen más comprensible de Dios.”

¿Por qué todo esto?… ¿Por qué Dios es tiempo?… ¿Por qué Dios se mueve en el tiempo?… ¿Por qué Dios es el Señor y el dador del tiempo?…Este nuevo año de 2014 que ya comenzó su andadura, ¿es el desprendimiento de un número de la cósmica rotación del tiempo, o por lo contrario, es una concesión graciosa de Dios?…¿Usted que cree, estimado lector?…

En estas reflexiones, en los comienzos de este año 2014, no podía faltar a la cita, nuestro tan español Don Quijote, con sus averiguaciones y pareceres sobre el tiempo, ya que el ingenioso hidalgo de la Mancha, lo entiende de la última manera, en el capítulo siete de la segunda parte de la obra de Cervantes, haciéndolo de la siguiente forma:
“Nadie puede prometerse en este mundo más horas de vida que las que Dios quiera darle”.

Y tal cosa es una realidad axiomática, presente y constante. Pero a esa realidad debemos de añadir otra; ¿cuál? Pues la realidad suprema por excelencia; la realidad de ese Dios real y eterno, que por su propia voluntad un día quiso hacerse tiempo, con el único fin y propósito, de que todos nosotros, criaturas inmersas en el tiempo y en la historia, pudiéramos poseer ese gran don de la eternidad junto a él; Dios Eterno y Señor del Tiempo y de la Historia. Y Desde ese momento en que sucedió tal hecho, por medio de aquel gran Misterio de su encarnación; ese Dios Eterno, nos demostró a todos que él se
hizo tiempo, sólo por puro amor hacia sus criaturas y para que estas, pudieran gozar junto él, ya liberadas efinitivamente del tiempo, para vivir esa plenitud; la de esa Eternidad real y tangible. ¡Así de maravilloso!, pero también así de sublime; lo Eterno – Dios-, hecho Tiempo cósmico y Tiempo terreno, para cada uno de nosotros – que somos
criaturas del tiempo y de la historia-, pudiéramos transcurrido el tiempo asignado a cada uno, poseer y gozar la Eternidad, ya que la realidad humana real, es que nacemos para morir al tiempo, y morimos para nacer a la eternidad, y quien opine lo contrario, haría bien en averiguar de no estar equivocado.

¡Ahora somos Tiempo! Somos el tiempo que nos queda. ¿Y cuánto Tiempo nos queda? Depende del enfoque que le demos; 85, 90, 95, 100 o 150 años. ¿Pero que son incluso 150 años si los comparamos con los años sin fin de toda una Eternidad?…

No son reflexiones triviales, ni mucho menos. Y se ajustan como anillo al dedo, ahora que el tiempo de un nuevo calendario nos ha abierto las puertas del año 2014.

Jugamos con las palabras. Decimos Historia, Tiempo, Eternidad, Vida y Muerte, y mentalmente las escribimos y redactamos con mayúsculas. Escribe Cabodevilla: “Decimos Eternidad, pero no escuchamos el sordo rumor del tiempo en nuestros oídos, la creciente resonancia de la eternidad en nuestra alma.”

No olvidemos que la eternidad no llega tras la muerte, sino a través de la muerte. Y la muerte no es más que el vehículo que nos acerca a Dios hasta sentarnos junto a Él en su reino de Eternidad del paraíso prometido.

Hoy, aquí estamos, iniciando los primeros 365 escalones que nos separan del 31 de diciembre del año 2014 recién comenzado. Pertenece al sabio designio de Dios que los subamos todos. Por mucho trecho que falte aún, hemos de seguir caminando, con la mirada puesta en el autor y consumador de nuestra Fe, Jesucristo Hijo de Dios; quien es el Dios Eterno encarnado en la temporalidad en la que nosotros hoy estamos y vivimos.

Permita el Dios Eterno que, podamos vivir en la temporalidad en la que estamos inmersos, llenos de verdadera Paz, ante la certeza y confianza de sabernos hijos de nuestro Eterno Dios y Padre, quien nos prometió una herencia incorruptible y Eterna junto a El. Y como Él mismo nos aseguró:

“El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán.” (Evangelio de Lucas capítulo 21, versículo 33). Grata certeza. Inefafable don, aun estando viviendo inmersos en esta crisis no sólo económica, sino también de valores esenciales, para nosotros, seres del Tiempo y de la Historia, sedientos de Eternidad.

Eduardo Andrés Domínguez Vilar
Obispo

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