DESDE LA EXPERIENCIA
Por Pablo Mosquera
Cinco legislaturas en el Parlamento Vasco. Quince años dedicados a la política, entre campañas electorales, en una tierra en la que luchaba por la democracia, la libertad y la dignidad de ser ciudadano. Doce años con escolta por ser objetivo de ETA, en mi condición de disidente con su doctrina y militancia en Unidad Alavesa. Por eso, observo, opino y presiento lo que digo.
En Euskadi hay perfume de cambio. Las encuestas, el ambiente, el pulso del paisanaje, apuntan al final del ciclo Ibarreche. Hasta la clase empresarial vasca, necesita un Gobierno que se lleve bien con el Estado, que no juegue a mitos del pueblo elegido de Aitor. Que inicie la revolución cultural que termine con el sustrato que pone a la juventud en las filas de ETA.
En Galicia hay empate técnico. Eso va contra la gestión del gobierno bipartito. El poder disponible, el cambio que prometieron, la gestión de los recursos, debería marcar más distancias. El empate es un signo de fracaso. La sociedad o no ha percibido el cambio, o no le han gustado sus resultados en sanidad, educación, obras públicas, política lingüística, etc.
Quizá por eso, Feijoo, no ha querido arriesgar y debatir contra dos. Sabe que será el más votado, y que cada día que pasa, con una crisis galopante, que deja en la cuneta más gentes sin trabajo, le favorece, y le puede dar la mayoría absoluta. Por eso, hasta Rajoy, se arriesga y hace campaña en Galicia, dónde encontró el filón Bermejo, al que tardaron demasiado en mandarle dimitir.
Esperemos que no se les ocurra utilizar un “puchero” de votos, llenado de “aquella manera” en Latino América, con los ausentes.
Voten. Es la oportunidad de intervenir. Luego no vale quejarse. La pena es que las listas sigan siendo cerradas. Alguno, con su historial, no podría esconderse detrás de las siglas.